Feb
07
2018
0
By editor
Planificar y cotizar un viaje implica esfuerzo y, si se quiere hacer bien, tiempo. Sobre todo si se apunta a reducir los costos a lo mínimo indispensable. Ahora bien, muchos sabrán que viajar es una experiencia bárbara, pero nada está extremadamente diseñado para el confort del viajero de clase turista. Si lo que se busca es una vivencia de elite, generalmente se deben barajar precios muy fuera de nuestro presupuesto. En el avión, por ejemplo, mientras que el pasajero de ejecutiva accede a asientos que se hacen cama, almohadones con rellenos estelares y acolchados de plumas, las piernas del viajero en la cabina económica estarán alojadas en lo que parecerá una caja de El juego del miedo con entre 77 y 80 centímetros de espacio para estirarlas. El beneficio de la comodidad se paga y se paga caro. El diferencial entre una tarifa básica y una premium en vuelos de larga distancia suele ser de unos miles de dólares, muy lejos de lo que el común de la gente puede pagar. No obstante, existe un pequeño gran lujo que el viajero se puede dar para hacer que las largas horas a bordo sean más placenteras: los salones VIP.
Lee la nota completa en: